
Su respiración era calida, ofrecía un pitido "natural" de un fumador habitual y de hecho entre dos de sus dedos, agarraba sutilmente un cigarrillo. Su cara estaba repleta de yagas pequeñas, que ofrecían un panorama de haberse estando pellizcando o apretando granos infectados o puntos de acné que para su edad creía ya no eran normales.
Encorbada sobre sus propios hombros, "redactaba" una tristeza indescifrable, poco se le podían ver unos ojos, que emanaban unas ojeras que reflejaban, el haber dormido poco o incluso no haber dormido. Sentada en "su" banco, rodeada de cartones que formaban su "hogar", un par de mantas sucias y su compañero habitual de cada día el cartón de vino, que apoyado sobre el suelo, ofrecía su nombre comercial de una manera inequívoca y proyectaba su sombra ante la poca luz que salía de una fárola, sucia y oxidada que había al lado del banco. Era medía tarde, una tarde de invierno en dónde la oscuridad, se hace espesa tan pronto, que no da tiempo a disfrutar de la luz solar. Se movía más bien poco y cuando lo hacía, sus movimientos eran lentos y muy precisos, casí siempre para mover algunos de los cartones que allí tenía, o para coger el cartón de vino y echar un trago. Repetía mucho uno de esos movimientos que consistía en cubrir sus hombros con una de sus mantas, así una y otra vez repetidamente.
Era "obsceno" ver como a muy pocos metros, la gente paseaba y miraba con curiosidad, escaparates de joyerías importantes, grandes locales de firmas de ropas, o a través de una gran cristalera, ver como pequeños "enanos" devoraban grandes hamburguesas y jugaban con los juguetitos que con ellas "regalaban"...sigo diciendo que el espectáculo era obsceno, que poca distancia y cuanta al mismo tiempo.
Quería pensar que aquel gran árbol, que estaba enfrente de mi, había evitado que ella me viese, eso es lo que yo quería pensar, pero no era así, ella era consciente de que la estaba observando y no le importaba, pero sus pequeños pero gráficos gestos indicaban, que sabía perfectamente que yo estaba allí.
Estaba siendo un osado, estaba "rompiendo" su intimidad y ella me lo permitía, dejaba que yo mirase con curiosidad y contrastase, los dos tipos de vida que había delante de mi....¿Qué provocaba todo aquello en mi?. ¿Tristeza?...No sabría responder, no había respuestas dentro de mi, ante una situación tan incongruente, tan injusta, tan poco solidaria....¿Porqué me habría parado a observarla?...preguntas, preguntas, preguntas...y tan pocas respuestas, miradas de complicidad, de pena, de injusticia....de no poder entender nada.
La curiosidad me inclinó a poco a poco ir a acercarme a ella, a "invadir" su intimidad, a creer que tenía mejor vida que la que ella tenía...la saludé con timidez, a lo que correspondió con amabilidad y con una voz tomada por el rocío del momento, me invitó a tomar un trago de aquel cartón de vino, me ofreció el mitigar el frío, compartiendo la manta que sobre ella, la tapaba parcialmente, a lo que yo acepté, no sin algún prejuicio.
No me dió opción a hablar o preguntarle algo, nada más "taparnos" ambos con la manta, empezó a "escupir" el porqué de aquella situación, del porqué había "elegido" vivir de aquella manera. Ella misma empezó a describir, minuciosamente, cómo desde muy joven y sin saber el porqué, empezó a fumar porros, luego empezó a meterse "coca" y luego, como queriendo algo más empezó a consumir heroína y así llevaba once años. Hablaba todo ella, pertenecía a una familia adinerada, pero que no quería en estos momentos saber nada de ella, era madre de una niña de seis años, que vivía con sus padres y que desde que había cumplido los seis meses, no había vuelto a ver. Un nuevo trago de vino, como queriendo "lubricar" su boca para poder seguir hablando. Creía intuir que le agradaba mi compañía, cosa de la que no estaba seguro, pero me sentía a gusto, para mi era agradable una situación nueva como esta. Quise hacer una pregunta, a lo que me cortó haciendome un gesto con su brazo derecho, señalando su antebrazo izquierdo, pudiendo ver como su brazo, lleno de moratones, estaba "preparado" para un nuevo "chute". El silencio se hizo espacio entre nosotros, de una pequeña bolsita, hecha de calzeta, sacó un papel de aluminio, un limón y un botellín de agua...una minúscula jeringuilla fue lo último que sacó de aquel pequeño "saquito" bolso...todo lo que sucedío a partir de ese momento, ya forma parte de su intimidad, de su "hogar", de su banco y de su propio criterio. Yo no fuí capaz de permanecer allí más tiempo, su "daño" era mi "daño", su" momento" era mi" momento" y yo no estaba preparado para ello. Me deespedí de ella, fué curioso pero en la despedida, jamás había visto una sonrisa tan sincera y tan tierna a la vez, una sonrisa agradecida y bondadosa.
Encorbada sobre sus propios hombros, "redactaba" una tristeza indescifrable, poco se le podían ver unos ojos, que emanaban unas ojeras que reflejaban, el haber dormido poco o incluso no haber dormido. Sentada en "su" banco, rodeada de cartones que formaban su "hogar", un par de mantas sucias y su compañero habitual de cada día el cartón de vino, que apoyado sobre el suelo, ofrecía su nombre comercial de una manera inequívoca y proyectaba su sombra ante la poca luz que salía de una fárola, sucia y oxidada que había al lado del banco. Era medía tarde, una tarde de invierno en dónde la oscuridad, se hace espesa tan pronto, que no da tiempo a disfrutar de la luz solar. Se movía más bien poco y cuando lo hacía, sus movimientos eran lentos y muy precisos, casí siempre para mover algunos de los cartones que allí tenía, o para coger el cartón de vino y echar un trago. Repetía mucho uno de esos movimientos que consistía en cubrir sus hombros con una de sus mantas, así una y otra vez repetidamente.
Era "obsceno" ver como a muy pocos metros, la gente paseaba y miraba con curiosidad, escaparates de joyerías importantes, grandes locales de firmas de ropas, o a través de una gran cristalera, ver como pequeños "enanos" devoraban grandes hamburguesas y jugaban con los juguetitos que con ellas "regalaban"...sigo diciendo que el espectáculo era obsceno, que poca distancia y cuanta al mismo tiempo.
Quería pensar que aquel gran árbol, que estaba enfrente de mi, había evitado que ella me viese, eso es lo que yo quería pensar, pero no era así, ella era consciente de que la estaba observando y no le importaba, pero sus pequeños pero gráficos gestos indicaban, que sabía perfectamente que yo estaba allí.
Estaba siendo un osado, estaba "rompiendo" su intimidad y ella me lo permitía, dejaba que yo mirase con curiosidad y contrastase, los dos tipos de vida que había delante de mi....¿Qué provocaba todo aquello en mi?. ¿Tristeza?...No sabría responder, no había respuestas dentro de mi, ante una situación tan incongruente, tan injusta, tan poco solidaria....¿Porqué me habría parado a observarla?...preguntas, preguntas, preguntas...y tan pocas respuestas, miradas de complicidad, de pena, de injusticia....de no poder entender nada.
La curiosidad me inclinó a poco a poco ir a acercarme a ella, a "invadir" su intimidad, a creer que tenía mejor vida que la que ella tenía...la saludé con timidez, a lo que correspondió con amabilidad y con una voz tomada por el rocío del momento, me invitó a tomar un trago de aquel cartón de vino, me ofreció el mitigar el frío, compartiendo la manta que sobre ella, la tapaba parcialmente, a lo que yo acepté, no sin algún prejuicio.
No me dió opción a hablar o preguntarle algo, nada más "taparnos" ambos con la manta, empezó a "escupir" el porqué de aquella situación, del porqué había "elegido" vivir de aquella manera. Ella misma empezó a describir, minuciosamente, cómo desde muy joven y sin saber el porqué, empezó a fumar porros, luego empezó a meterse "coca" y luego, como queriendo algo más empezó a consumir heroína y así llevaba once años. Hablaba todo ella, pertenecía a una familia adinerada, pero que no quería en estos momentos saber nada de ella, era madre de una niña de seis años, que vivía con sus padres y que desde que había cumplido los seis meses, no había vuelto a ver. Un nuevo trago de vino, como queriendo "lubricar" su boca para poder seguir hablando. Creía intuir que le agradaba mi compañía, cosa de la que no estaba seguro, pero me sentía a gusto, para mi era agradable una situación nueva como esta. Quise hacer una pregunta, a lo que me cortó haciendome un gesto con su brazo derecho, señalando su antebrazo izquierdo, pudiendo ver como su brazo, lleno de moratones, estaba "preparado" para un nuevo "chute". El silencio se hizo espacio entre nosotros, de una pequeña bolsita, hecha de calzeta, sacó un papel de aluminio, un limón y un botellín de agua...una minúscula jeringuilla fue lo último que sacó de aquel pequeño "saquito" bolso...todo lo que sucedío a partir de ese momento, ya forma parte de su intimidad, de su "hogar", de su banco y de su propio criterio. Yo no fuí capaz de permanecer allí más tiempo, su "daño" era mi "daño", su" momento" era mi" momento" y yo no estaba preparado para ello. Me deespedí de ella, fué curioso pero en la despedida, jamás había visto una sonrisa tan sincera y tan tierna a la vez, una sonrisa agradecida y bondadosa.